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Mas llegó un dia en que la pobre anciana
Faltóle fuerza, ya no pudo andar,
Y á la puerta sentada me decia
"Mira, Azucena, si le ves bajar"




¡Oh como tarda, "murmuraba luego
Cadavérica y pálida la faz,
"Vuélveme, santo Dios, al hijo mio,
Y fuerte y vigorosa me verás."




Pero Dios no escuchó su amargo ruego,
Su eterno lamentar no quiso oir;
Y cual las flores que les falta el riego,
La pobre madre comenzó á morir.




Una tarde muy triste, hasta su lado
Atrájome la anciana y habló así:
"Voy á morir, adios, pobre Azucena,
"Cuando reces acuérdate de mí."




Si acaso un dia un peregrino llega
Hasta las puertas del desierto hogar,
Dile que llore por su triste madre,
Dile que vaya á su sepulcro á orar.